“A partir de nuestra vida afectiva hemos inventado valores y ahora queremos tener los sentimientos adecuados. Sentimientos que son, por lo tanto, creaciones nuestras también. Esta inadecuación entre los sentimientos reales que tenemos y los que nos parece adecuado tener, somete nuestra vida afectiva a una tensión que puede enriquecernos o destruirnos. (….)
Queremos, pues, vivir por encima de nuestros sentimientos. No nos fiamos de ellos. Ni la alegría ni el placer ni la tristeza nos parecen suficientes porque aspiramos a una alegría superior, a un placer más intenso, a un miedo sin cobardías.
Esta insatisfacción continua nos impulsa a buscar nuevos estados sentimentales. Necesitamos que la inteligencia nos diga que sentimientos debemos profundizar, cambiar, abolir. Lo que significa, desde la perspectiva del objeto, meditar sobre la versión del mundo que queremos dar a luz. (….)»
Queremos, pues, vivir por encima de nuestros sentimientos. No nos fiamos de ellos. Ni la alegría ni el placer ni la tristeza nos parecen suficientes porque aspiramos a una alegría superior, a un placer más intenso, a un miedo sin cobardías.
Esta insatisfacción continua nos impulsa a buscar nuevos estados sentimentales. Necesitamos que la inteligencia nos diga que sentimientos debemos profundizar, cambiar, abolir. Lo que significa, desde la perspectiva del objeto, meditar sobre la versión del mundo que queremos dar a luz. (….)»
Juan Antonio Marina (El laberinto de los sentimientos)