De pronto, de las sombras surgió una lumbre, una serpiente esfumada, y, detrás, un hombre ceniciento y deshilachado, de cabellos muertos y ojos vivos, le pidió una moneda a cambio de una rosa marchita. Tiró su cigarrillo al suelo y un polvillo de fuego se desprendió creando una arco rojo. Mientras le entregaba la flor, el desconocido la miró fíjamente.
– Señora… – le dijo -, se le nota en los ojos una inmensa cicatriz.
Ella lo miró interrogante y, sin saber porque, le contestó.
– Es lo único que me queda.
– Pero aún no ha sanado, le supura. Póngale un parche, que por ese agujero se le puede escapar la vida… y créame, quedarse sin vida y viva es lo peor que le puede suceder.
Angela Becerra (Ella, que todo lo tuvo)
Hola Niebla, cuánto tiempo!!!
Has venido a mi casa creo que sin saber quien era yo, y me ha hecho mucha ilusión. Te pongo en mi blogroll para no olvidarte más
Abrazos
Ana
Buenas Ana……. pues no, no sabía de quien era la casa, pero visto lo visto….. seguiré visitándola 🙂
Bss