Nunca me ha gustado juzgar a mis semejantes, fundamentalmente por dos razones: la primera, porque mi experiencia me enseña que son las personas más deficientes y mezquinas las que tienen mayor soltura para calificar la condición ajena; y la segunda, porque soy consciente de mis propias faltas y he tenido que aprender a convivir con ellas, lo que mal me faculta para ser demasiado severa con las de los demás. Creo que pocas frases encierran a la vez tanta belleza, humanidad y sabiduría como aquellas del evangelio de Mateo: “No juzguéis si no queréis ser juzgados, pues la misma medida que apliquéis a otros, a vosotros se os aplicará”.
Lorenzo Silva (El blog del inquisidor)