Pueden ser fugaces y rápidas como el viento, pero dejar las huellas de un huracán
Pueden construir o destruir una ilusión en un segundo.
Pueden estimular o desmotivar a una persona.
Pueden llevar alegría o tristezas
Están ahí para enaltecer o hundir
A veces no da lo mismo una palabra que otra, por mucho que el diccionario nos diga que son sinónimos.
Las palabras pueden ser objeto de apropiación indebida y en vez de decir lo que significan puede inducir a errores.
Con su uso incorrecto los discursos pueden cometer crimen de lesa verdad al manipular las palabras, forzándolas a ir más allá de la idea que ellas connotan.
Las palabras no son adornos, son los materiales de nuestro pensamiento.
Decía Kapuscinski: que el comienzo de las guerras no lo marca el primer disparo con un arma de fuego sino el cambio del lenguaje. El lenguaje del odio llega antes que las bombas.
«Las palabras no son ni inocentes ni impunes, por eso hay que tener muchísimo cuidado con ellas, porque si no las respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos.”
«Las palabras no son una cosa inerte, de la que se pueda disponer como a uno le venga en gana»
«Hay que decirlas y pensarlas de forma consciente. No hay que dejar que salgan de la boca sin que antes suban a la mente y se reconozcan como algo que no sólo sirve para comunicar.”
José Saramago